El caso Pedro Rocha: suéltame, pasado

Miguel Juane

DEPORTES

Rodrigo Jimenez | EFE

15 abr 2024 . Actualizado a las 21:40 h.

Una famosa parodia del grupo argentino Les Luthiers mostraba a uno de sus personajes manifestando que se encontraba atrapado por su pasado, a lo que él mismo replicaba: «Suéltame, pasado». Algo así debe estar pensando Pedro Rocha, a quien su vinculación con la anterior cúpula directiva de la RFEF, como vicepresidente y mano derecha del anterior presidente, le está resultando una rémora.

Parece razonable pensar que si alguien forma parte de un equipo o de un grupo de trabajo que capitanea una persona, y esta es apartada del mismo, u obligada por las inexorables circunstancias a dimitir, como ha sucedido en el caso de Luis Rubiales, todos sus acólitos —entendiendo como tales a todos quienes fueron libremente designados por este para un puesto de responsabilidad o con amplia facultad de decisión— sigan su mismo camino.

Y aunque pueda colegirse que se trata de un ejercicio de coherencia y hasta de fidelidad hacia una persona y un proyecto, es algo que no se estila en nuestro país. Aquí no dimite nadie, todos se aferran al cargo y hasta invocan el famoso «sálvese quien pueda» o el tan manido «tampoco era tan amigo suyo, ni compartía muchos de sus postulados».

En no pocas ocasiones, la llamada erótica del poder, mediante la cual se dispone de múltiples reconocimientos, prebendas y privilegios, hace que quien ostenta dicha atribución establezca una serie de mecanismos clientelares, de recíprocos e interesados agradecimientos, de devolución de favores prestados, de pagos de deudas, incluso de honor. Esto tiene como resultado el que muchos dirigentes deportivos intenten perpetuarse en una especie de corralitos que prolongan esos malos hábitos y muchas malas prácticas. Resulta casi imposible echarlos de sus sillones porque el propio sistema establecido y acomodado así lo impide y muchos que se acercan desconociendo ese complejo establishment pecan de ingenuidad y salen escaldados.

Multitud de dirigentes no siguen al frente de sus cargos por su buena gestión, sino que lo hacen por su capacidad de establecer una red de colaboradores inquebrantable, de estómagos agradecidos y de fidelidades compradas. Ya no sabe uno si eso es habilidad, poder de persuasión o, incluso, corrupción entre particulares. Lo vemos en política, lo vemos también en la empresa privada y, como es de esperar, lo sufrimos en el ámbito federativo deportivo.

Además del cambio de situación de Pedro Rocha, de testigo a investigado en el caso Brody, en el que se intenta poner en claro la presunta trama de desvíos de fondos de la RFEF, el TAD notificó oficialmente al CSD la resolución mediante la cual acuerda abrir expediente sancionador al ínclito Rocha, así como al resto de miembros de la Comisión Gestora de la RFEF. Esto, a raíz de la denuncia interpuesta por la presunta comisión de una infracción muy grave recogida en el artículo 76.2.a) de la Ley del Deporte de 1990, derogada por la Ley 39/2022 del Deporte, aunque aún vigente en su parte disciplinaria, básicamente por extralimitación en sus funciones.

Veremos cómo acaba este enésimo capítulo de esta concatenación de conflictos judiciales que salpican la gestión del fútbol español y que empañan y degradan los magníficos resultados deportivos que se están consiguiendo. El deporte no se merece esto.